13 octubre, 2008

Egipto, por fin


Realmente casi ha llegado el esperado día. Estoy a menos de 72 horas para salir volando hacia la tierra de los faraones, aquélla mágica y ambigua, islámica, encantada, hechicera, temida… ¡Oh Egipto! ¡Tan pocos minutos me separan ya de ti y cuán lejos me siento aún de tu olor, tu historia, tus piedras vivas, tu caos, tu grandeza! La gente y los libros no han parado de contarme cosas tuyas durante los últimos meses, y no todas buenas. Muchos han intentado infundir en mí prejuicios absurdos pintándome un país desgarrado habitado por diablos con forma humana. ¡¡Hasta los niños son demonios allí!! Ayer mismo me comentaban cómo en todos lados te intentan engañar sin ninguna vergüenza, ¡tendrán cara! Y lo sucios que son, primitivos, bárbaros sin más. ¡Ay primer mundo, qué pecas al creer que el resto del planeta es espejo tuyo sin apreciar las dificultades que atraviesan otros lugares, las distintas formas de vivir, el ingenio agudísimo que permite la pervivencia! Claro, debe ser que la forma de engaño de nuestro país es más elegante. Además, no conlleva discusión ninguna, ¡¡Arriba las manos, esta cerveza cuesta 1.50 y no hay más que hablar!! Desde luego, este robo que sufrimos día a día es de mucho más nivel. Y es más, casi nos parece bien y ni siquiera lo consideramos engaño. En fin sólo espero no haberme dejado influenciar por estos comentarios que la gente se aprende y repite hasta la saciedad, incluso sin haber pisado ni uno de los granos de arena que peina tu brisa, y poder llegar a ti, querido Egipto, con la mente abierta y la mirada pura, para poder conocer mi verdad y acercarme a la tuya y a la de tus gentes.

Tengo miedo de que desbordes mi capacidad y no pueda inhalarte, sentirte, vivirte todo lo que tú mereces. Son tantos tus encantos, tantas maravillas las que escondes, tantos rincones perdidos que no podré abordar, que temo desaprovechar sin remedio las dos semanas que viviré absorta en tus ciudades y caminos, en el Nilo, en su noche más profunda con las estrellas como techo único. ¿Acaso me escuchas? Son infinitas las voces que te han cantado a lo largo de los siglos, ¿cuántos corazones habrás devorado? ¿Cuántos amantes te habrán querido? Déjame ser uno de ellos y declararte mi amor más puro, aunque aún no te conozca. Déjame vivirte en toda tu existencia. Espérame…

18 septiembre, 2008

Luz

Abrir los ojos verdes
A la luz aureada de la mañana
Y no saber qué mirar,
Cómo ver.
¿Es engaño lo que siento,
Juego de luces mentiroso?
Es más, ¿qué veo?
Cegada por la luz que no entiendo,
Escapa la razón entre suspiros,
Quemada la piel por la duda,
Cierro los ojos. Huyo.
Ciega prefiero guiar
Los pasos que iré andando,
Andar.
Tropiezo con lo que ya conozco,
Y vuelvo a tropezar.
¿Pero ando, acaso ando?
Silencio. Oscuridad.

15 mayo, 2008

Sueño tardío de verano


Cierro los ojos,

te veo años atrás

mirándome de frente.

Beso el aire que separa nuestras bocas,

veo tus manos en mis caderas,

tu pelo negro,

tus cejas,

veo el imposible

cuando aún no lo era.

Amor, ¿qué me traes ahora?

Cuando ya tapaste ventanas,

cuando el aire sólo se cuela

por debajo de esa puerta

que cerraste a la primavera.

¿Por qué no entonces?

¿Por qué ahora?

Cierro mis ojos,

veo un recuerdo que no fue.

¡Pero te busqué tanto en la nada!

Ojos grandes, boca, pelo,

suspiro de mis errores.

01 mayo, 2008

Reflexiones de un mal día

Todo va bien, la vida transcurre plácidamente, estás en una nube y los días pasan sin darte cuenta, ocupada, haciendo cosas nuevas, construyéndote a ti misma, superando miedos y acechando esquinas que acabas cruzando sin problemas. Todo rueda, casi sin hacer esfuerzo, o sin que el esfuerzo se haga notar, y la primavera llega, y mis seres queridos se encuentran a mi alrededor, y me acerco a nuevas gentes, interesantes, que como yo nos comprometimos en un objetivo hermoso que absorve mis energías. Pero estas energías crecen día a día, y me siento bien, fuerte, e incluso me llegan noticias felices de un definitivo reencuentro. Y de repente, ayer, caigo de la nube, algo malo se cruza en mi camino, una tontería, dicen todos, pero una tontería que de repente me ha hecho sentirme débil y tener miedo. No sé muy bien a qué, pero el miedo es al fin y al cabo desconocimiento. De repente, un insignificante incidente, el verte envuelta en un hecho que no comprendes cómo ha podido pasar, algo a lo que nadie da excesiva importancia, me hace verme pequeña, minúscula, y merma todas mis fuerzas. Supongo que será algo que mañana o pasado se habrá diluido y sólo quedará en mi mente como una desagradable anécdota. De hecho ya está diluyéndose. Pero el objetivo de este escrito es hacer reflexionar acerca de cómo las memeces más tontas, insignificantes desde fuera, pueden influir en el sentir de un ser humano, en su percepción del momento, sin que casi lo pueda describir. Cómo somos circunstancias, cómo todo nos afecta sin que casi nos demos cuenta, y es por esto que a veces nos llegan historias de personas desgraciadas a pesar de que lo tenían todo, ante nuestro asombro: ¿Cómo no podía ser feliz? Cada ser humano es un mundo aislado incluso de sí mismo. No podemos ser felices por mucho que lo queramos, por mucho que los demás digan que tenemos que ser felices, si realmente no lo somos. La felicidad es enteramente subjetiva, e incluso inconsciente.
El haber escrito esto me hace sentir mejor, sonrío, ahora. Me relaja estar al aire libre, escuchando pájaros, aprovechando los últimos rayos de sol. Cada vez se diluye más mi insignificante preocupación. Mañana será un día hermoso.

13 febrero, 2008

El viejo


Cargados de pasado esos ojos azules me miraban, entre miles de líneas eternas a las que el tiempo no había perdonado. Esos ojos, de un azul cielo, claros, hermosos, brillaban quizás sólo por el vino que atemperaba su existencia mísera y que adornaba cual dosel la estrecha tumba en la que se encontraba enterrado vivo, de la que nunca más habría de salir. Era toda una eminencia, frente clara, tupida barba blanca enmarcando su rostro, nariz solemne, manos finas, estatura media. Su cara era la de un hombre respetable, la de un tierno abuelo con amplia cultura, diría yo. Y sin embargo sus ropas eran sucias, hediondas. Un pantalón y unas alpargatas era lo único que dejaba ver la vieja gabardina que le arropaba, cogida de un contenedor cualquiera. Cada vez que se movía un fuerte tufillo a orines atizaba al vagón. Su mano sujetaba un cartón de vino blanco, envuelto en una bolsa de plástico de supermercado, del que bebía sin cesar. Su boca salía como podía de entre las barbas, que se tornaban a amarillas a su alrededor. Me inquietaba su persona, su historia, cómo habría llegado a tal estado, a cuánta gente había perdido por el camino ¿Cómo podemos aceptar ver así a un anciano y no hacer nada? Entró un joven en la parada de Velázquez y se sentó a su lado. El viejo no perdió el tiempo para pedirle algún cigarrillo, y el joven sacó tres malboros que le entregó. A la gratitud del anciano el chico exclamó que “Hoy por ti mañana por mí”. “No habrá mañana” pensé. Pero sonreí, es bueno crearse esperanzas, aunque sean absurdas memeces. Ante mi asombro aquellos dos, tan distintos en todo, comenzaron a hablar. El joven contó que era enfermero y el viejo que él no tenía cura. El joven contó que no estaba casado, aunque tenía novia. El viejo que él tuvo una mujer a la que perdió y unos hijos de los que nada sabía. El joven contó que tenía 30 primaveras, y el viejo confesó contar con 60 inviernos. Cuando el chico nació, aquel viejo tenía la misma edad que ese joven ahora. ¿Acaso su vida sería entonces igual de prometedora? Quizás sí, destrozarte no requiere mucho tiempo ni mucho esfuerzo. A lo mejor tenían en común más de lo que pensaba. Oí entre los embriagados balbuceos de aquel viejo las palabras alcohol y droga. Y sin embargo su cara, tan serena cuando me miraba con aquellos cielos de ojos no era la de un drogadicto. Sus hijos me venían a la cabeza, sus hijos, la palabra culpa, quién tendrá la culpa, malos hijos o mal padre, que tendencia maniquea la mía, siempre buscando vencedores y vencidos. Absorta en estas ideas a las que no encontraba respuesta vi como el joven se levantaba y se despedía para bajarse en Goya. Entonces el viejo me habló, a mí, pero mi torpeza me impidió entenderle. Lo repitió hasta tres veces, convencido de que lo que buscaba era hacerme la desinteresada. Hasta que a la cuarta le comprendí “No sé que va a ser de mí esta noche”. Y no pude más que dibujar en mi blanca y limpia cara una hermosa media sonrisa que no era ni de alegría, ni de complicidad, ni de ignorancia, ni de consuelo... Era una sonrisa de pena, de pena negra, de no poder ni decir nada. Esa pena que no tiene raíz que cortar porque ha estado siempre. “Eres guapa y simpática”, me replicó el viejo de los ojos azules.

22 octubre, 2007

Niña de hojalata

Niña azul cielo de hojalata,
te he perdido,
las voces alzan tu nombre al aire,
como el pájaro precoz
caes del nido;
no te encuentro en los bosques de las redes,
ni te sientas en los bancos
de los escondidos.
Has perdido caracolas de recreos,
y a los mónstruos que acechaban tras las puertas;
y el vestido del domingo,
lo has perdido;
la sonrisa de lacitos entre dientes no existentes,
el olor a fresas verdes en el suelo,
caes del nido,
y no piensas en las nubes ni en los vuelos con piruetas,
la noche sin farolas inunda tus ojos,
no te acuerdas del mañana canino,
Desgarras veroz las almas en vilo
que vierten lágrimas secas en tormentas de arena,
mientras nacen de tus labios
carcajadas del delirio.

A Silvia

25 septiembre, 2007

Momento de lucidez

Mi vida es un vaso que se colma,
estalla,
sale el agua blanca e insípida,
se abre entre pedazos de cristales,
se pierde,
no puedo controlarla,
amorfa el agua corre
por oscuros infiernos
y bosques quemados.
Ajena a mí,
me arrastra,
me inunda,
me ahoga.
No estoy loca,
qué pena,
qué pena,
que no estoy loca.
No puedo pararla,
lo sé.
Salid lágrimas sin duelo,
mi condena está firmada,
y mi cuello,
sentenciado.